RELATOS / La Maleta

Vuelo 9330 AVIANCA de las 7:13 de la noche. A ese vuelo debemos llegar, “debemos“ porque estoy junto a mi esposa, mi hijo menor Joaco y mi suegra. Primer problema: La cara de mi suegra. No está nada contenta por la hora que es y no hemos pedido el Uber. Son las 5:15 pm y yo estoy sentado en mi escritorio enviando un par de grabaciones que necesitan de inmediato. ¿Por qué no las hice antes? porque me las acaban de enviar, así es el tema de la publicidad o cuando se trabaja como voz de alguna marca, todo es urgente. Veo las caras de estrés , en orden de importancia, mi suegra y mi esposa, mi hijo solo piensa en dinosaurios por el momento, él no tiene problema, a los 6 años es posible que el sistema de defensa llamado ego no se haya formado, así que va por la vida sin maleta, así la haya empacado hace 3 días. Pido el Uber mientras adjunto los archivos: “enviar“, “enviando“, “mensaje enviado“, ya!. Ahora soy todo de la familia en estas cortas vacaciones.

Segundo problema: El Uber no avanza, marcó 6 minutos de distancia hace 10, le pregunto al conductor por mensaje de texto, ¿Donde vienes? así soy yo, tuteo aunque no se tutear, eso me lo ha ido enseñando la capital desde hace 16 años que llegué. La respuesta es “ en 2 minutos estoy allá“ , no uso ninguna mensaje predeterminado, le digo “ok, va“. Pasan 5 minutos, veo que el conductor maneja una diferencia horaria con Bogotá.

Tercer problema: Cancelo el Uber, hemos perdido 15 minutos, pago $2300 por la cancelación en la aplicación como si la culpa fuera mía y no de Giovanny que no llegó a tiempo.  Decido ponerle la mano al primer taxi que veo, soy el “líder de la manada“ y un líder soluciona. Nos subimos al taxi, maletas atrás, y rumbo al aeropuerto, ahora nuestro conductor nos da el tiempo de llegada: 32 minutos. El Sr Piraquive añade que está más suave el tráfico en este lunes de abril de Semana Santa, los habitantes de Bogotá han comenzado su emigración desde el pasado viernes, la huida comienza antes del domingo de Ramos, los “bogotanos“ que somos todos los que vivimos en la ciudad así hayamos nacido en otra parte de Colombia, somos contagiados por ese virus que nos obliga a correr cuando olemos un festivo, de mi parte hay un antígeno que lucha y me obliga a quedarme cuando todos salen. Esa relación pasional con Bogotá tiene todos los condimentos: “te quiero pero me haces daño“, “no quiero verte más“, “muchos hablan de tu inconveniencia pero creo en ti“, “estoy seguro de que vas a cambiar“.  Recientemente un conductor de Uber en Medellín, me dijo que el problema de Bogotá es que es de todo el mundo, y al ser de todo el mundo no tiene un doliente.

Cuarto Problema:  El trayecto tranquilo hace que el señor nacido en Boyacá vaya por debajo de los 40 km/h y para completar la ciudad suelta una lluvia de despedida. El tiempo que había marcado Waze de 32 minutos se han convertido en 52. Hora de llegada: 6:33 pm, le digo a mi esposa que me preste su maleta, que es la única que debemos registrar, corro a hacía el counter de Avianca, estoy en un amplio pasillo, al lado y lado están los counters, miro a mi izquierda y hay una fila congestionada a lo Bogotá,  miro a la derecha y esta vacía, desconfío, no puede ser que esté vacía, en milisegundos pienso que es un error ir hacía la derecha, pensaba que podía ser una trampa, o que no estaban atendiendo, sigo mi trayecto, paso las cintas, hay una señora delante mío y 2 personas atendiendo de Avianca, se desocupa uno, pero un joven se cruza en el camino de la señora, haciendo caras de “es una cosita“, la señora se devuelve derrotada a la fila, haciendo la cara de alguien que no se explica como la gente hace algo así, cuando todos en algún momento somos así.

Cuarto problema: El joven acaba de colarse, por la cara que nos hizo parecía una pregunta sencilla pero la señora de Avianca , comienza a consultar en su pantalla, ante mi desespero, le digo “llave se está colando“ si, así hablo yo cuando estoy bravo, uso palabras como “llave“ para dirigirme a otro tipo. El “pelado“ dice que es “una cosita“ le digo “hermano usted se coló“ y se pone bravo y me ignora, quiero seguir la discusión afuera, darle en la cara como se hace en la derecha. Se desocupa la siguiente asesora, la señora adelante de mi toma ese turno, estoy al borde de la proeza o la derrota. Veo que había ignorado otra puesto de Avianca por estar mirando al colado, se desocupa y corro hacía el, hay dos mujeres, la que atiende y a su lado la que parece una supervisora, en este momento mi esposa está a mi lado, toma mi puesto, piden la cédula, decimos el vuelo y  recibimos el mensaje que nadie quiere recibir cuando esta al filo del tiempo…

Quinto problema: El vuelo está cerrado. Le digo a la señora que faltan alrededor de 40 minutos para el vuelo, que por favor busque la posibilidad para embarcarnos, tenemos 3 maletas de mano y una por bodega, ya todos tenemos el pasabordo, hemos hecho check in desde la mañana. El lenguaje no verbal de ella y la supervisora nos comunican que no hay ninguna posibilidad, por lo contrario la supervisora dice “esas maletas de mano no pueden ir de mano, son muy grandes“ . Le decimos todos, cada uno por su lado pero al mismo tiempo que son las que usamos siempre de mano, entre más hablamos menos persuadimos al personal de Avianca.

Sexto problema: La maleta. No podemos viajar todos en este vuelo,  la ecuación da como resultado, viajan 3 y se queda uno con la maleta. Quien se quede debe pagar una multa y la diferencia en el valor del nuevo tiquete. Le digo a mi esposa y a mi suegra que viajen los tres en este vuelo con las 3 maletas, la supervisora dice “ bajo su riesgo“ yo les digo que no las van devolver, mientras pienso “a menos que la señora aquí presente nos haga un montaje y nos devuelvan de la puerta de embarque“, porque así actúa la derecha.

Me quedo con la maleta, le digo por última vez a la señora que ha quedado sola porque la “ súper“ se ha ido, que las personas son las que finalmente hablan por la marca, que vi que no había ningún gesto de colaboración, si! aquí después de tanta etiqueta todos llegamos al “colabóreme“. Le hablo de mis recientes viajes a Medellín de último mes, de la semana pasada que nos dejaron subir a un vuelo antes del que teníamos ya que habíamos llegado  con suficiente tiempo, le cuento que nos dieron dos asientos para regresarnos más temprano. Hablo como habla la gente indignada pero culpable, llegué tarde, tal cual como mi Uber. Hablo como cualquier viejo cansón, siempre caemos en escenas donde terminamos convertidos en lo que más odiamos.

 

Salgo del counter, hago un último intento con otro asesor, ya me posee la malicia indígena, le digo a otro empleado de AVIANCA, a esta altura del cuento no son colaboradores, ni talento humano, ni hombres, ni mujeres, ni ellas ni ellos, ahora son empleados. Pruebo con la actitud solidaria del masculino, le digo que tengo una maleta para embarcar, que el vuelo que tengo va a salir ya y pregunto si puedo hacer el check in para el próximo vuelo con mi maleta,  el contexto es confuso para el señor y creo que para todos, me responde: señor el viajero viaja con su maleta.

En medio del afán me encantó la frase, le respondo, si señor, yo quiero saber si es posible que usted me haga el check in para el próximo vuelo aquí mismo con mi bendita maleta - que no es mía, si no de mi esposa! que le da por empacar en una maleta una tonelada de ropa para cuatro días -  ya que no logré tomar el mío por esta maleta, la respuesta es:  diríjase a tiquetes y allá le hacen el cambio pagando la multa y la diferencia en tarifa, no he logrado nada en esta gestión humanitaria y recibo de nuevo la misma notificación, este hombre con acento de otro país no me ha sacado de ninguna duda.

Séptimo problema: Los tiquetes fueron comprados en tarifa “ultra promocional“, tengo claro que es mejor comprar un tiquete nuevo. La fila para hacer ese procedimiento está más larga que la de Crepes, no soy el único en el aeropuerto con el problema #7.

 

Me quedo quieto derrotado, debo hacer una larga fila, comprar otro tiquete, que mi familia me espere una o dos horas en el aeropuerto de Rionegro, tengo la maleta de mi esposa, ella la mía, solo quiero irme de aquí ya, quiero irme a dormir y mandar la maleta por Servientrega. Pregunto ya en modo “Walking Dead“ si hay un Servientrega cerca para enviar la maleta e irme para mi casa y disfrutar la Semana Santa solo. Me responde otra señora de Avianca que está muy cerca a la ventanilla de venta de tiquetes, que el Servientrega más cercano está cruzando el puente peatonal a lo lejos, tan lejos que no miro a donde me señala. Junto a un gesto de “eso le pasa“  me dice que es mejor que alguien me envíe la maleta y que yo viaje si ya tengo el check in hecho y el pasabordo en la mano o en el celular en este caso, me aconseja eso ya que sale mucho más barato.

Faltan 10 para las 7 pm. El capitulo se repite, soy culpable por no salir más temprano, recopilo todo los hechos, ¿Por qué no llegué más temprano a la casa? No debí haber esperado tanto donde estaba, me habían dejado plantado una hora y 10 minutos en un estudio. ¿Por qué envié esas grabaciones y no lo hice desde Medellín? ¿Por qué no le dije al taxista que se apresurara? ¿Por qué no le dije al joven que se coló que era nuestro turno y que debía hacer la fila y de paso yo decirle a la persona de Avianca que no debía atenderlo?

¿Por qué?

¿Por qué?

¿Por qué?

¿Por qué?

¿Por qué?

Escuché a una amiga decir que después de preguntarnos 5 veces “¿Por qué?“ podemos encontrar la causa real del problema. El problema mío no era de ahora, no necesitaba 5 preguntas para responder que salir temprano era la puta solución y mi problema de siempre.

Estático me recrimino en mi mente, mi suegra me lo dijo antes de irse con las 3 maletas, mi hijo y mi esposa hacía Medellín “El problema es que no salimos temprano“, a un lado estaba mi esposa  con su cara de solidaridad diciéndome “ si, lindo“, mi esposa me decía en los subtítulos “ amor esto no es nuevo, yo te entiendo y sé que luchas con eso pero estas son las consecuencias“ en ese momento solo dije; chao amor, te marco ahora.

En este momento todo está en el “hubiera“, el Uber, el taxi, el clima, el colado, la supervisora, y por supuesto mi salida temprano. Me devuelvo y hay un problema que no está en el “tiempo pendejo“ como dice un amigo frente al “hubiera“ y es…la maleta. El problema es que no puedo viajar por la maleta, si no existiera esa maleta tan grande yo podría viajar. Sí el problema es la maleta pues voy a conseguir una maleta más pequeña, la opción ha estado en las narices de todos desde que llegamos, me respondo.

Recuerdo que antes de pasar a la zona de embarque había visto tiendas de ropa, peluquerías, recuerdos de Colombia, maletas, peluquerías, recuerdos de Colombia, Librería, recuerdos de Colombia, peluquerías. En Colombia por cada librería hay 10 mil peluquerías. Corro marcándole a mi esposa, me dice que están haciendo la fila para embarcar, le digo “ok amor“, parece que inicia una pregunta pero le digo “ya hablamos“ cuelgo.   Sigo corriendo, veo unas maletas, pregunto por una maleta de mano, la señora me mira consternada no por mi afán sino porque yo estoy preguntando por una maleta en un lugar donde la más barata cuesta $2´500.000 , eso me da más velocidad, junto a esa tienda llamada Tumi hay una tienda Inkanta, veo algunas maletas en medio de los accesorios, le hablo con mucha claridad al hombre que atiende, una instrucción clara, por fin la claridad “debo meter lo que hay en esta maleta en una de mano y si cabe me toca dejar esta maleta grande acá, yo vengo después del viaje“ el hombre dice “ hecho“ tenemos un trato, hay voluntad en la relación, ahora no se si tenemos tiempo. Como podemos empacamos en una maleta de mano sin ruedas, le paso la tarjeta débito, pongo la clave, salgo disparado, antes le pido una tarjeta, le doy mi apellido, me dice que listo.

Corro, tomo el celular, abro la aplicación Wallet donde tengo el pasabordo, saco mi cédula, se la paso a la persona de seguridad junto con mi celular, miro cual fila de rayos x es las más corta, a mi derecha hay 5 personas, la izquierda de nuevo está más llena, no entiendo porque hay más gente siempre en la izquierda pero la derecha siempre gana, elijo de nuevo la derecha, le digo a la señora delante mío y a un señor, que ya va a salir mi vuelo que si es posible que yo pase antes, gano dos puestos, la banda está algo lenta, adelante alguien se queja de la lentitud, pienso en que solo esto faltaba, se mueve, me quito la correa, saco el computador, las monedas, todo para evitar un “pase de nuevo por favor“. No suena nada, le acabo de ganar la batalla al detector de metales, pasa mi maleta nueva, que en realidad es de mi esposa, era un gasto adicional pero al final una inversión para evitar a las supervisoras de Avianca en un futuro.  Corro a la puerta 88 como puedo, oigo por los altavoces mi nombre y otro par más, de nuevo no estoy solo en esto, seguido hay otro anuncio donde se escucha “damos por finalizado el abordaje del vuelo 9330 con destino a la ciudad de Medellín“ estoy en la puerta 89 pregunto por la 88, ya mis ojos no identifican números, me señalan la puerta, grito desde la 89 “yo yo yo“ , me miran con cara de “ ehhh usted si tiene huevo“  doy las gracias, aún no está la reconciliación cerca con AVIANCA ni con la amada Bogotá y su clima y sus calles y sus taxistas y sus Ubers. Paso mi celular por el lector de códigos, suena una alarma que significa que el pasabordo no está bien, pienso en la supervisora, en la derecha ,“¿ me anularon el pasabordo?“ “ no puede ser“, tengo 100 pensamientos en ese segundo, ahora entiendo eso de que tenemos 60 mil pensamientos al día y la mayoría de ello son negativos. El empleado de Avianca me dice que es un pasabordo de otra fecha, miro sin soltar aire para mandar oxigeno a mi cerebro, encuentro en la aplicación el pasabordo correcto, el del vuelo que me había dejado minutos antes, lo paso, no hay alarma en el ambiente y aparece por fin el gesto de “adelante“ por parte de la gente de la innombrable aerolínea.

Sigo el trayecto que me lleva al avión, pienso ahora en el marcador: Aerolínea 1- YO 1. Acabo de empatar en el último minuto de descuento. Si!, pagué por una maleta!, pero tengo maleta y no un tiquete sin usar y perdido en mi celular. Dentro de mi me repito, no les iba a dar gusto, tengo ganas de mandarle una foto a la supervisora desde adentro del avión, sueño con que ella vea que el vuelo 9330 hacia Medellín está con sus pasajeros completos, sueño con que eso sea así, quiero que la “súper“ se pregunte “¿Qué pasó?“ “¿Cómo hizo?“. Es posible que sepa lo que acabo de hacer en este verano, ella trabaja en el aeropuerto, debe saber todas las soluciones de un pasajero frente a ese tipo de situaciones, seguro está diciendo “Compró una maleta…típico“.  

Me bajo de la nube de mis pensamientos y me preparo para subir a las nubes de la realidad.

Abordo el avión, camino por el pasillo, veo a mi suegra a la derecha , mi esposa y mi hijo a la izquierda, esta vez mi puesto está en la izquierda pero en pasillo y no ventana, es decir, en el centro, centro izquierda como James Rodríguez. Le cuento a mi mujer brevemente, ella se conmueve, me dice que no le llama mucho la atención la maleta nueva, le digo que será mía entonces, respira, Joaco me sonríe y en mi cabeza está ahora conmigo en el avión y no el terrible “hubiera“, le susurro, no salimos temprano pero tampoco veníamos tarde. La cara que me hace es de “suficiente amor, ya estamos aquí, vamos a descansar, no me hables que estaba estresada y no lo demostraba,  no me digas más, no seas terco“, todo eso con una mirada,  prefiero hacer silencio.

Abro el computador, doy doble click en algo parecido al Word, elijo la opción de hoja en blanco para exorcizar lo que estoy sintiendo. Mi relación con el tiempo, porque mi batalla no es con la innombrable o con otro ciudadano de Bogotá, mi lucha es con el auto saboteador que está incrustado en la puntualidad, ese que me hace gastar más energía y más dinero, y que a la vez desgasta las interacciones con los demás.

Pienso en el tiempo, el tiempo de un trayecto a otro, en el tiempo de la gente, en el cálculo del tiempo, en el tiempo que dejamos pasar, en el tiempo que queremos ganar, en el que queremos devolver,  el que anhelamos que llegue, en el tiempo que hemos vivido y que nos da como resultado una equipaje que vayamos a donde vayamos, queramos o no, llevamos con nosotros.

¿Qué hay en nuestra maleta? ¿Qué debemos sacar? ¿Es una maleta de mano o de bodega? ¿Cuanto pesa? ¿Tenemos dos? En mi caso estoy seguro que para llegar a donde quiero  no necesito una maleta tan grande, y si se agranda lo mejor será salir con tiempo de la casa.  En estos momentos dentro de la mía en medio de una cantidad de pastillas, una loción que sigo usando desde hace 15 años, se filtran esos inexplicables comportamientos y errores de cálculo que me hacen entrar debiendo en cada relación, quiero aprovechar mi estadía en un pueblo de Antioquia para revisar atentamente mi maleta, mis comportamientos repetitivos que me convierten en el hombre que soy, quisiera dejar algunos prejuicios y una cantidad de expectativas que la hacen más pesada, quiero revisar de una vez por todas mi relación con el tiempo, poner la hora en el ahora, soltar mi reloj y llegar a tiempo… porque el viajero siempre va con su maleta.

 

A. Pinilla

Guest User